Cuando se habla de liderazgo, es común que las posiciones se polaricen entre dos aparentes caminos: el conservadurismo rígido y la transformación radical. Sin embargo, ambos extremos resultan ser, en la práctica, absurdos e injustificables. El primero actúa como un freno que impide la evolución; el segundo, muchas veces, responde más a una postura ideológica que a una verdadera necesidad de cambio.
La sabiduría del equilibrio
En muchas culturas orientales, por ejemplo, la reverencia con una ligera inclinación es más que una tradición: es un símbolo de respeto, un valor conservado que no interfiere con el progreso. Países como Japón y Corea han demostrado que la innovación puede convivir con el respeto por lo esencial, creando así un modelo de evolución sostenible y humana.
Este es un gran recordatorio para los líderes: no todo lo antiguo es obsoleto, ni todo lo nuevo es progreso.
El liderazgo adaptativo como respuesta
El líder adaptativo sabe que aferrarse al pasado por miedo al cambio, o destruir todo lo establecido en nombre de la modernidad, son posturas que contaminan la efectividad. Ambas son formas diferentes del mismo autoritarismo disfrazado. Como bien lo dijo Alphonse Karr:
“Cuanto más cambian las cosas, más se parecen a lo mismo.”

La verdadera transformación: consciente y estratégica
Liderar un cambio efectivo requiere tres cosas:
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Una razón libre de dogmas.
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Un propósito claro, alineado con el bien colectivo.
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La determinación para preservar lo valioso e implantar lo necesario.
No se trata de elegir entre conservar o transformar. Se trata de tener el criterio para discernir qué conservar y qué transformar.
Liderar es una decisión
El liderazgo adaptativo no es una cuestión de personalidad ni de herencia. Es, en esencia, una decisión libre y consciente. Una actitud que combina apertura con discernimiento, innovación con sensatez, y evolución con respeto.